La solución salomónica del Impuesto de Patrimonio, por Jorge Sáinz de Baranda

 

 

Por Jorge Sáinz de Baranda

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El término «solución salomónica» siempre me lleva a pensar en aquel famoso juicio del Libro de los Reyes del Antiguo Testamento, en el que el Rey Salomón se encuentra con dos mujeres que mantenían un litigio sobre los derechos de maternidad de un recién nacido, y que ambas se atribuían.

Salomón, con gran acierto, propuso dividir al niño por la mitad para que cada supuesta madre se llevara una parte. Ante semejante proposición, una de las mujeres rogó que le entregaran el niño a la otra, la cual sí que aceptaba la solución dada por el Rey. Con esas reacciones tan dispares, el gobernante dedujo -ya lo sé, tampoco era muy difícil- que la verdadera madre era la primera, pues estaba dispuesta a sacrificarse con tal de no dañar a su hijo.

Y de ahí que el término se utilice para denominar aquellas soluciones que se adoptan con inteligencia y ecuanimidad.

Pues verán, una solución a mi juicio igualmente acertada por salomónica, es la propuesta en relación con el Impuesto sobre el Patrimonio que se contiene en la recién aprobada Ley de Presupuestos del Govern de las Illes Balears para el año 2024 -Ley 12/2023, de 29 de diciembre-.

Así, la Disposición Adicional Segunda de la citada Ley, en su apartado 13, modifica el Decreto legislativo 1/2014 en lo relativo a este Impuesto, elevando el mínimo exento de 700.000 euros a 3.000.000 de euros, manteniéndose tanto la reducción por vivienda habitual como la exención de las empresas familiares y el resto de preceptos.

Dicho de otra forma, todos aquellos ciudadanos de las Illes Balears que, a 31 de diciembre de este año en el que acabamos de entrar -recuerden que la DF establece la entrada en vigor el 1 de enero, de forma que no es aplicable a 2023-, tengan un Patrimonio inferior a 3 millones de euros, a lo que hay que sumar los 300.000 euros exentos de la vivienda habitual, y/o un patrimonio empresarial o participaciones y acciones de empresas operativas -amén de otras exenciones más específicas que ahora no detallaré-, no tendrán que pagar nada por el Impuesto de Patrimonio en el año 2024.

¿Y por qué digo que me parece una «solución salomónica«? ¿no hubiera sido más lógico el suprimirlo directamente como ocurre en comunidades como Madrid o Andalucía?

Pues la otra realidad es que el pasado 28 de diciembre de 2022 -la fecha, querida, es pura coincidencia- se creó el Impuesto Temporal de Solidaridad de las Grandes Fortunas -ya saben, y si no se lo digo yo, que Temporal e Impuesto en la misma frase supone un claro oximorón-. Un tributo que tiene una naturaleza idéntica al de Patrimonio y que afecta a aquellos sujetos pasivos que posean un Patrimonio neto superior a 3 millones de euros, manteniendo en su estructura las mismas reducciones y bonificaciones que el de Patrimonio, con el mismo límite con el IRPF y con el derecho a deducirse lo pagado por este último.

O dicho de otra forma, en aquellas Comunidades Autónomas en que se haya suprimido el Impuesto de Patrimonio en justo ejercicio de su capacidad fiscal, los obligados tributarios con patrimonios superiores a la citada cantidad, y que residan en ella, se verán afectados por este nuevo impuesto que, al no poder deducir lo pagado en Patrimonio, neutraliza de facto las medidas fiscales adoptadas.

¿Y qué ocurrirá ahora en ésta nuestra Comunidad? Pues que, evidentemente, al tener un mínimo exento idéntico al importe en el que nace el Impuesto a las Grandes Fortunas, todos los residentes con patrimonios inferiores no tendrán que tributar. Y los que lo superen, que de todas formas deberían pagar al Estado por el nuevo impuesto, lo hacen pero quedándose la recaudación en nuestra Comunidad Autónoma, evitando así que acabe en las arcas de Madrid -otro día les explicaré como se coordinarán ambos impuestos, que entenderlo es harina de otro costal-.

En definitiva, una decisión justa que consigue que, al menos, el esfuerzo fiscal de nuestros ciudadanos vaya destinado a los presupuestos de aquí, que ya saben que luego a la hora de repartir, entre el fondo de suficiencia, el déficit de inversiones y otros fondos no aclarados, nos vemos siempre claramente perjudicados y no nos toca ni la mitad del nasciturus.

Aprovecho este momento para desearles un magnífico 2024 ya que, como decía Sabina, «hay que ser felices, aunque sea solo por molestar»… Feliz año!

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Artículo original publicado en el diario digital mallorcadiario.com .   Léelo directamente en mallorcadiario.com a través de este enlace