El papel lo aguanta todo, artículo de opinión de Jorge Sáinz de Baranda en Mallorcadiario

 

Por Jorge Sáinz de Baranda

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Escribo desde un insuperable congreso de derecho concursal en Marbella, y les comienzo contando que creo que me ha salido un serio competidor en esto de empezar -o acabar- los artículos con citas, refranes o frases de películas, aunque siendo mi oponente mi querido amigo Alberto Vergés optó ya por “pedir árnica” de forma preventiva… por lo que pudiera ser.

Aun así, no crean que cejo en el empeño, y comienzo con una frase que los abogados repetimos en no pocas ocasiones a los clientes cuando nos solicitan que en los contratos figuren cuestiones que difícilmente pueden tener acogida en ellos. Y es que “el papel lo aguanta todo”.

El origen de la frase está, según algunos, en lo que Carlos I de España y V de Alemania le contestó, incrédulo, a Francisco I de Francia cuando éste último le amenazó por carta con declararle la guerra, alegando que contaba con el apoyo del inglés Eduardo VIII. El tiempo dio la razón al Emperador cuando fue él quien terminó batallando a la vera de la pérfida Albión contra Francia y Solimán el Magnífico –“las extrañas parejas de cama de la política” que decía Alfonso Guerra-.

Por eso, y ya que les amenacé la semana pasada con contarles las medidas tributarias del famoso “Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia”, la frase citada me viene “como anillo al dedo” -Vergés, venceré por agotamiento- para el artículo de hoy.

La primera cuestión es que las supuestas medidas tributarias no son tales, no hay ninguna medida concreta si no la torcida intención de revisar los pocos beneficios fiscales que quedan en nuestro sistema tributario con el objetivo inconfesable de suprimirlos en la mayoría de los casos.

Se plantean revisar -y reducir-, entre otros, los beneficios fiscales por I+D del Impuesto sobre Sociedades, las reducciones a los arrendadores de viviendas, los beneficios de los arrendatarios, las deducciones por maternidad en el IRPF o la tributación conjunta.

De todas esas medidas que se van a estudiar, la que sin duda “se lleva la palma” es el anuncio de eliminar la posibilidad de la declaración conjunta en el IRPF.

Como saben, los cónyuges no separados legalmente pueden optar por presentar la declaración conjunta -cosa que no pueden, por ejemplo, las parejas de hecho, sin que se haya planteado ese cambio, mucho más acorde con la realidad que vivimos-, de forma que, acogiéndose a dicha opción, tienen derecho a una reducción de 3.400 euros en la declaración.

Esa opción de tributación conjunta está pensada para beneficiar a aquellos matrimonios en los que uno de los dos cónyuges no tiene rendimientos, o éstos son de escasa cuantía, ya que en cuanto que ambos tienen rendimientos la opción deja de ser interesante desde el punto de vista económico, siendo siempre más aconsejable la opción de la tributación individual.

El argumento que se ha empleado para proceder a eliminar esta opción es que “esta modalidad de tributación genera un desincentivo a la participación de las mujeres en el mercado laboral, ya que si no trabajan y empiezan a hacerlo perderían los 3.400 euros anuales en impuestos que actualmente reciben”.

De verdad ¿alguien en su sano juicio, o cuando menos en su juicio, puede pensar que por una reducción de 3.400 euros anuales uno de los miembros de la pareja, sea el que sea, dejará de acceder al mercado laboral si tiene la más mínima oportunidad? En el mejor de los casos, y para rendimientos superiores a 300.000 euros, el beneficio fiscal real ascenderá a 1.600 euros, unos 133 euros al mes, lo que evidencia lo esperpéntico del argumento esgrimido.

Es más, quien se ve perjudicado por una “idea de bombero” como la expuesta -con mis más sinceras disculpas para este magnífico gremio por la cita- son las rentas más bajas y los pensionistas, precisamente los colectivos a proteger.

La consecuencia ha sido fulminante: en menos de 72 horas se estaba oficialmente dando marcha atrás a la propuesta, aunque desgraciadamente la medida ya estaba en el Plan enviado a Bruselas, de forma que hemos quedado nuevamente retratados frente a Europa.

Como decíamos ayer -o antes-, “el papel lo aguanta todo», pero en ocasiones el papel -o papelón- que hacemos, ése sí que no tiene aguante…

 

 

 


Artículo original publicado en el diario digital mallorcadiario.com

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