Hacienda: la novia en la boda y el muerto en el entierro, artículo de opinión de Jorge Sáinz de Baranda en Mallorcadiario

 

Por Jorge Sáinz de Baranda

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Seguro que muchos de Uds. recuerdan la canción de Cecilia (1948-1976), titulada «Dama, dama», en la que, recogiendo un dicho popular, nos mostraba los esfuerzos de la protagonista para ser «la novia en la boda, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro, con tal de dejar su sello…».

Una reciente Sentencia del Juzgado Central de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional ha venido a sacarme una sonrisa -y a negársela a otros- al hacer protagonista de esa canción a la Administración Tributaria. Les cuento el caso ya que no tiene desperdicio.

Todo comienza cuando, en un Cortijo en Badajoz, Irene y Marcos celebran su boda con la ingenua alegría propia de esos trances, rodeados de sus familiares y amigos. En ese momento irrumpen dos funcionarios de Hacienda, que no estaban en la lista de invitados, con la amenaza bajo el brazo de «embargar la boda» si los novios no se avienen a firmar determinados documentos que traen consigo.

Fíjense que no solo no venían vestidos para la ocasión, lo que considero de una ordinariez supina, sino que, sin acudir a la Lista de Bodas, traen su propio regalo consistente en unos papeles a firmar que habían confeccionado ellos mismos, otra grosería imperdonable.

Los documentos en sí consistían en una Diligencia de Embargo de Créditos en virtud de la cual requerían a los novios para que retuvieran la cantidad que adeudaban a la empresa de catering que estaba organizando la boda, y que era deudora con Hacienda, para que en lugar de pagar a esa empresa por el trabajo que estaba realizando, se lo pagasen al Tesoro Público, bajo la amenaza de impedir que se celebrara la boda.

En definitiva, lo que se le exigía a los novios con su amable presencia en el convite es que, en ese día tan especial, entre champán y «canapié», se dieran por notificados del embargo y se comprometieran a que cualquier pago pendiente se ingresaría en las arcas del Estado -los de Hacienda debían pensar que después de comprometerse a estar juntos toda la vida, cualquier otro compromiso era una nimiedad-.

Y todo ello so pena de incurrir en la responsabilidad solidaria del artículo 42 de la Ley General Tributaria, que alcanza a la deuda tributaria pendiente y, en su caso, a las sanciones e intereses de demora.

A partir de ahí se desarrolla un «vodevil» digno de Berlanga en la «Escopeta Nacional», en el que a la novia le da un ataque de nervios, al novio un ataque de indignación, a los invitados un ataque de espanto -no sea que les caiga de «rondón» alguna inspección, que con Hacienda hemos topado-, y que termina con la presencia incluida de la Guardia Civil.

Pues bien, tras esa experiencia sin par, los novios deciden demandar a la Agencia Tributaria, exigiendo una indemnización por daños y perjuicios por importe de 6.000 euros.

La Sentencia que da fin al procedimiento no tiene precio, y nos deja unas «perlas» dignas de reproducirse. Y así dice el Magistrado en la misma -por si les sirve-:

«La actuación de los funcionarios de la Agencia Tributaria fue desproporcionada (…) no todo vale para que la Agencia Tributaria alcance sus fines».

«La todopoderosa Agencia Tributaria tiene a su disposición medios más que suficientes para lograr el cobro de los impuestos sin tener que humillar a un deudor ante sus clientes y, de paso, arruinar a Marcos e Irene ―terceros ajenos a la deuda― la celebración de su boda con alrededor de 100 invitados (…)».

«La deshumanización de los cobradores de tributos no puede permitirse hasta estas cotas. Solo faltaba que la Agencia Tributaria se dedicase por sistema a invadir la intimidad de los ciudadanos en las celebraciones de bautizos, comuniones, bodas y funerales (…)».

Y termina concluyendo, al condenar a la Administración, que solicitar por estos daños, indelebles para el resto de su vida, 6.000 euros no es desmedido, sino, incluso, escaso, advirtiendo a la Administración que no todo está permitido, y que no pueden querer ser ni la novia en las bodas ni el muerto en los entierros -yo y mi obsesión con los pactos sucesorios-.

Como dice el Magistrado, «estigmatizar con estos desagradables recuerdos y sensaciones el día de la boda de Irene y Marcos no tiene precio»… para todo lo demás, Mastercard.

 

 


Artículo original publicado en el diario digital mallorcadiario.com